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La TarumbaTambién cuenta con las siguientes líneas de negocio: escuela de formación para niños y artistas profesionales y sus actividades de proyección social.

De niños nos enseñan que el circo es sueño. Pero a veces los sueños necesitan un pequeño (o gran) empujón para pisar tierra y concretarse. De alguna manera, eso fue lo que ocurrió con La Tarumba, que se inició en 1984 como una propuesta artística callejera —los artistas se presentaban en plazas y parques— y poco a poco fue tomando forma hasta convertirse en lo que es hoy: una institución cultural que cada julio ofrece una nueva temporada de espectáculo circense que va ganando más espectadores.

Viviana Rodríguez, encargada de administración y finanzas de La Tarumba, dice que este año la temporada de “Landó” (propuesta que toma como ícono el caballo peruano de paso y otros elementos criollos) atraerá a unos 45 mil asistentes a las 70 funciones que ofrecerán en siete semanas. Con eso espera facturar 10% más que la temporada del 2009, cuando se invirtió más de US$200.000. Rodríguez revela que el año pasado el crecimiento por la venta de entradas fue de 20%. Y el dinero recaudado de las funciones constituye alrededor del 60% de los ingresos de La Tarumba.

MULTIPLICACIÓN A ESCALA
En el 2002, La Tarumba dio un gran salto cuando sus fundadores, Estela Paredes y Fernando Zevallos, decidieron comprar la gran carpa de Chorrillos (ubicada en el centro comercial Plaza Lima Sur), donde hoy se montan funciones con capacidad para 700 personas. “Se trató de un proyecto que ambos tenían en mente desde hacía muchos años, pero era difícil concretar pues requería una fuerte inversión”, afirma Rodríguez. Y así como los trapecistas de La Tarumba realizan números de alto riesgo, este proyecto también exigía un alto riesgo financiero que ningún banco quiso asumir.

Solo la Fundación Avina y la Cooperativa de Ahorro y Crédito Ábaco apostaron por invertir en el proyecto de un circo peruano dirigido a un público masivo. “Con estos dos primeros socios estratégicos logramos una inversión inicial de US$200 mil, que sirvió para montar la carpa y comprar luces y equipos que podían costar arriba de los US$50 mil”, recuerda Rodríguez.

Esta integrante del equipo de gestión de La Tarumba añade que no es fácil ofrecer año a año un espectáculo de gran envergadura pues, además de convocar a artistas peruanos e internacionales, se debe tratar de reducir costos, promocionar el recurso humano y buscar la innovación artística para estar “tres pasos” adelante de la competencia. “Para crecer de forma sostenida también hemos tenido que adoptar muchos criterios empresariales y contar con áreas de gestión definidas, como márketing, imagen y finanzas”, indica Rodríguez.

PROYECCIÓN
Teniendo en cuenta que luego de siete años La Tarumba ha logrado cierto posicionamiento en Lima, hoy el objetivo de la empresa a corto plazo es ofrecer sus espectáculos en provincias. “Estamos buscando aliados estratégicos para ingresar en Trujillo, Piura y Arequipa”, adelanta Rodríguez, quien agrega que allí se podrían montar propuestas artísticas según la realidad de cada región. Como la visión de La Tarumba es ofrecer un circo con identidad peruana, eso implica movilizar recursos y adaptarse al contexto cultural de la zona donde se pretende llegar.

Además de la inversión por espectáculo, quizá esa sea una gran diferencia entre esta propuesta y la del Circo del Sol, compañía que nació en Canadá y cuya estrategia se basa en la internacionalización. Es decir, sus espectáculos incorporan números de corte universal que no necesariamente se adaptan a la realidad del país en que se presentan. En distintas ocasiones, Guy Laliberté, director ejecutivo del Circo del Sol, ha mencionado que, a diferencia del circo tradicional, su propuesta dejó de tener como público objetivo principal a los niños y se dirigió a los adultos, que tienen capacidad adquisitiva. De allí que el Circo del Sol facture US$438 millones al año y congregue a más de 40 millones de espectadores.

Aunque no se trata de comparar estrategias, el hecho de que los miembros de La Tarumba también se reconozcan como gestores de un negocio sostenible quizá ayude a que el sueño de exportar un circo peruano de calidad a diversos regiones del mundo se cumpla en algunos años, como ya lo hizo la gastronomía peruana.

CLAVES
Para lograr el punto de equilibrio
La Tarumba también cuenta con las siguientes líneas de negocio: escuela de formación para niños y artistas profesionales y sus actividades de proyección social.

“Ito”, “Infausto”, “Blas”, “Zuácate”, “Artefajtuz”, “Iluminare”, “Hechicero” y “Landó” son los nombres de los espectáculos que se han montando cada año desde la expansión de la empresa en el 2003.

La trama de cada nuevo espectáculo se planifica con un año de anticipación, al igual que los entrenamientos, para alcanzar la perfección.

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